FÁBULAS DE DESALMADOS. DOS TEBEOS DE NORMA: LUBIANKA Y EL CIELO EN LA CABEZA
MANUEL BARRERO

Title:
Fables about heartless. Two Norma comics: Lubianka and El cielo en la cabeza
Resumen / Abstract:
Reseña de Lubianka, tebeo de Felipe Hernández Cava y Pablo Auladel, y de El cielo en la cabeza, obra de Antonio Altarriba, Sergio García y Lola Moral. / Review of Lubianka, a comic book by Felipe Hernández Cava and Pablo Auladel, and El cielo en la cabeza, by Antonio Altarriba, Sergio García and Lola Moral.
Palabras clave / Keywords:
Emigración, Unión Soviética (URSS), Represión soviética/ Migration, URSS based comics, Represión soviética

FÁBULAS DE DESALMADOS. DOS TEBEOS DE NORMA: LUBIANKA Y EL CIELO EN LA CABEZA

 

A partir de 1936 se desencadenó el horror, una gran purga humana.

Se suele pensar en España cuando se menciona el año 1936, pero en este caso me refiero a la Rusia soviética, donde la persecución política se ejercitaba contra todo ciudadano que mostraba algún sesgo de desavenencia con el líder Iósif Stalin a partir del momento en el que decidió construir el socialismo en un solo país, Rusia. Desde que Andréi Zhdánov pronunció un discurso sobre la orientación que debía tomar la literatura soviética en 1934, algo se quebró en el alma de todos los intelectuales rusos, y al cabo de dos años en la de todos sus convecinos. La historia nos ha enseñado que en ciertos procesos revolucionarios que buscan en principio la libertad del pueblo, si el poder se concentra en pocas manos esa libertad acaba estrechándose, hasta llegar a constreñir la de pensamiento, incluso la de los creadores más elevados, los poetas.

Lubianka, tebeo en el que el protagonista es el verdugo.

En el tebeo Lubianka. La noche que no conoce el alba, se nos sumerge hasta el fondo del pozo al que llegó la revolución socialista en Rusia partiendo precisamente del discurso de Zhdánov. Cava y Auladell, guionista y dibujante, ambos con sendos Premios Nacionales bajo el brazo, centran su relato en la figura ficticia de Volodia Gubin, un escritor mediocre que ha terminado convirtiéndose en un funcionario del Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos, desempeñando su servicio en el cuartel general del Servicio Federal de Seguridad sito en la plaza Lubianka de Moscú. Gubin tiene la misión de sonsacar al poeta Eugeni Petróvich Gógoliev una confesión para congraciarse con el nuevo régimen de Stalin, pues había sido burlón con el gran líder, pero sus verdaderas órdenes son humillarlo hasta el extremo del dolor antes de matarlo. Esta tortura no es el resultado de una venganza personal, la de Gubin contra el poeta, si bien le envidiaba y odiaba por sus cualidades artísticas, y también por su esposa, a la que termina cortejando para extender el castigo más allá de los muros de Lubianka. En realidad, esta tortura estaba orquestada desde el poder, establecida por Andréi Vyshinski, el fiscal general de la URSS entre 1935 y 1939, que convenció a Stalin de que el mejor modo de conseguir la lealtad del pueblo era obligar a todos los sospechosos de traición a confesar que habían querido cometer crímenes contra el pueblo y, tras lograrlo (mediante el tormento si era necesario), disponer de una prueba para ejecutarlos. Confessio est regina probationum.

El edificio que se alza en la plaza de Lubianka.

Tras la lectura de este escalofriante tebeo, resulta evidente que Gógoliev es una representación de Ósip Mandelshtam, poeta acmeísta, es decir, combativo contra el simbolismo ruso, que tuvo la osadía de pronunciar la frase «en ningún otro sitio se valora tanto la poesía como en Rusia, donde incluso fusilan a la gente por ella». Lo dijo en alusión a los intelectuales y artistas que pasaban por el cuartel de Lubianka. Irónicamente, Mandelshtam acabó con sus huesos en aquel edificio, él fue uno más de los cerca de dos mil escritores acusados por el KGB de traición a Rusia en la segunda mitad de los años treinta, la mayoría de los cuales acabaron exangües en campos de trabajo, fusilados o muertos dentro de la tumba colosal que fue el edificio Lubianka, bien por causa de la tortura o por el suicidio, elegido como vía para evitar el dolor. Lo más mezquino es que a sus familias se les ocultaba su sufrimiento o su muerte, se les engañaba, así como se engañaba al resto del mundo y a la Historia sobre las actividades de los reprimidos por el régimen estalinista.

Cava conoce bien el régimen derivado de la Revolución de Octubre y también la Gran Purga, aquel ejercicio de terror que, se calcula, acabó con la vida de veintitrés millones de personas. Un terror que impartía un líder que también escribió poemas de joven, curiosamente. También es posible que Cava quisiera jugar irónicamente con la figura de Volodia Gubin, puesto que Volodia era el apelativo que de niño tenía el autócrata Vladimir Putin, aunque “Volodia” siempre ha sido para los rusos el hipocorístico de Vladímir Dubinin, un popular héroe partisano de la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial. Cito la ironía porque Volodia Gubin es el colmo de la mezquindad humana, descubre que tiene a su merced a un creador al que admira, pues él también escribe, y decide destruirle, practicando con él una suerte de venganza con la que poder disimular su mediocridad. No hay peor verdugo que un mediocre al que se le da poder.

Gubin mantiene su perfil perfecto mientras deshumaniza a Gógoliev.

Auladell realiza en este cómic un retrato tan fascinante como pavoroso de aquel periodo de terror, llenando las estancias de Lubianka de una luz entre gris, sepia y azul que solo mueve a la desazón. En cada viñeta de este relato, orquestado con un lenguaje pulido y contundente por Cava, se construye el gorjeo de los humillados, los que musitan palabras de piedad ante verdugos inhumanos que solo buscan reforzar la idea de que comunismo era equivalente a concordia, cuando representaba todo lo contrario. Es Lubianka un tebeo angustioso, que deja un sabor a tiza y metal en el paladar, porque en él se descubre cómo se vence a un intelectual y, luego, cómo se vacía a un ser humano, hasta convertirlo en piltrafa, sin otro motivo que disimular la propia mediocridad. Ambos protagonistas, Volodia y Eugeni, alcanzan la paz al finalizar el tebeo, cada uno a su modo, en un entorno tan turbio y sórdido como al comienzo. Con ello, nos demuestran que hay formas de gobierno que se construyen sobre el terror y la negación de la libertad, por más que pretendían la armonía y la igualdad plena entre ciudadanos. No ha sido el único proyecto ideológico presuntamente “progresista” que condujo a la muerte de millones de personas y a la deshumanización de gran parte de la población.

El tebeo de Altarriba y García también lleva un perfil en la portada.

El cielo en la cabeza es un tebeo también editado por Norma que, igualmente, es obra de dos poseedores de un Premio Nacional, Antonio Altarriba y Sergio García, bien que el segundo de ellos obtuvo el Premio Nacional de Ilustración. Es otro tebeo sobre una situación terrorífica, aunque en otro tiempo y lugar, la que viven los migrantes que cruzan medio África y todo el Mediterráneo para intentar llegar a Europa con el fin de construir una nueva vida lejos de la pobreza o de la represión en sus países de origen. En este caso, el protagonista es otro ser humano conminado a la violencia, un kadogo, un niño soldado de los muchos reclutados en la República Democrática del Congo durante sus conflictos civiles. En 2013 todavía se reclutaba así a un millar de niños anualmente, algunos con solo siete años de edad. La forma más eficiente de adiestrarlos era mediante lecciones de brutalidad y odio, envalentonados con chanvre (cannabis) y obligados a matar a sus iguales o a violar a niñas ante los adultos para endurecerse. En ocasiones, les empujaban a la antropofagia. Quienes no obedecían eran fusilados allí mismo[1].

La conversión de un niño en un asesino.

El relato del kadogo que protagoniza este tebeo, Nivek, parece tan brutal que resulta increíble, pero se vuelve escalofriantemente real tras leer algunas de las declaraciones de niños soldados a Amnistía Internacional. No obstante, Altarriba y García, aliados con el coloreado de Lola Moral, construyen un tebeo que se orquesta como una fábula colorista y fascinante. La historieta es servida como una suerte de “periplo del héroe” en el que el personaje va sorteando pruebas y creciendo como héroe de una historia en la que todos son represores o víctimas, incluido el mismo Nivek. Tras el inhumano arranque de la historia en las minas congoleñas, el niño ya deshumanizado huye a la selva para integrarse con la naturaleza y conocer la amistad. Luego entra en los horizontes fantásticos de la sabana, donde encuentra su hechicero. Más tarde se hunde en la tierra del desierto para morir, resucitar y travestirse. Descubrirá el sexo en Libia, una vez que regresa al mundo real, y luego acude a otra llamada de la aventura porque deposita toda su esperanza en el Mediterráneo, para alcanzar la civilización en Europa, aunque para él no resultará un paraíso.

García y Moral logran que el tebeo sea bosque si los personajes transitan la selva, o que las viñetas sean dunas si vagan por el desierto.

En efecto, es este un tebeo bellísimo que cuenta una historia terrible. García y Moral edifican una gráfica espectacular para narrar este viaje del héroe que Altarriba ha construido con el ánimo de entretener y de remover conciencias al mismo tiempo. García delinea sus viñetas mezclando la pulcritud arquitectónica de Chris Ware con el primitivismo emocional de Brian Rea, y logra transformar el cómic en un continuo gráfico que engulle al lector. Las calles de las viñetas, sus recuadros o incluso los personajes que las pueblan quedan al servicio del fluir del relato. Se retuercen o se estiran en función de su presencia en diferentes encuadres, los andamios de la historieta se deforman dependiendo de si el paisaje es selvático o arenoso (las viñetas son dunas), o bien si el contexto es pelágico (las viñetas son olas). La paleta de Moral hace el resto, contribuyendo a que la lectura adquiera un ritmo tonal que en momento alguno se interrumpe. Es una lección magistral de narrativa que muestra que se puede hacer vida en el infierno si se tiene el cielo siempre en la cabeza. Los personajes de este cuento cruel no dejan de abandonar el suelo en busca de la paz, que siempre está en las alturas o más allá. Está en las copas de los árboles de la selva. Está en las elevaciones en las que viven los reyes del poblado de la sabana, para quienes pisar tierra es deshonroso. Está en la parte superior del océano, donde aún se puede respirar tras caerte del cayuco…

Viñetas como olas cuando Nivek está casi a punto de alcanzar el cielo.

Finalmente, Nivek llega al cielo, llega a Europa, pero su estancia allí no es todo lo agradable que esperaba, porque nuestra sociedad se organiza de otro modo, exclusivamente en torno al dinero, según el joven congoleño. Aquí el relato termina abruptamente, identificando el cielo soñado con una suerte de purgatorio en el que habitan brutos policías y carceleros. Triste final para quien fue obligado a convertirse en guerrero y que ha llegado a Europa plenamente convencido de que nunca va a dejar de serlo. Declara Nivek en un momento de la historia: “Vengo de muy lejos y de mucha tristeza”. Y se podría añadir que portando el odio consigo. Porque esta es la historia de un migrante que huye de la represión y la esclavitud, pero que, llegado a puerto occidental, aún no se ha despojado de su fervor guerrero. Ante tal circunstancia, sigue viendo represión y esclavitud en España, ejercida por funcionarios del Ministerio del Interior. Y aquí termina la fábula, porque en la vida real ni todos los migrantes son pacíficos ni todos los policías son represores. Ni las cárceles son mazmorras, por añadidura. Es el peligro que tienen las fábulas, que en algún momento hay que trazar la frontera entre lo quimérico y lo sintético. Y este tebeo tiene un desarrollo fantástico pero un final simplificado; no obstante, constituye un relato escalofriante del trato que reciben los niños soldado, de la senda de amarguras que viven muchos subsaharianos y de la posibilidad remota que tienen de incorporarse a una vida digna fuera de África.

El cielo en la cabeza y Lubianka son dos de los tebeos más hermosos que se han publicado en 2023, y posiblemente también ambos ofrecen las historietas más terroríficas de este año. No hay mayor horror que el que anida en el alma humana cuando es conducida por el fundamentalismo religioso, el totalitarismo autoritario o el extremismo ideológico. Sirvan de alerta estos dos tebeos, en cuya portada ambos protagonistas miran hacia un mismo horizonte, uno desprovisto de humanidad. 

 NOTAS:

[1] https://www.amnesty.org/es/wp-content/uploads/sites/4/2021/06/afr620342003es.pdf.

Creación de la ficha (2023): Félix López
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Manuel Barrero (2023): "Fábulas de desalmados. Dos tebeos de Norma: Lubianka y El cielo en la cabeza", en Tebeosfera, tercera época, 24 (22-XI-2023). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 27/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/fabulas_de_desalmados._dos_tebeos_de_norma_lubianka_y_el_cielo_en_la_cabeza.html