TRAVESÍA POR LA MENTE DE ALAN MOORE: RESEÑA DE 'CUADERNOS DE HUMO SAGRADO'
JOSE ANTONIO CERRILLO VIDAL(Universidad Pablo de Olavide)

Title:
A Journey through the Mind of Alan Moore: Review of 'Sacred Smoke Notebooks
Resumen / Abstract:
Reseña de “Cuadernos de humo sagrado”, recopilación de tres ensayos breves de Alan Moore / Review of “Sacred smoke notebooks”, a compilation of three short essays by Alan Moore
Palabras clave / Keywords:
Alan Moore, Historia del cómic/ Alan Moore, Comic history
  • Portada de la obra reseñada
  • Primera traducción de "Buster Brown en las barricadas" (Rebel Studios, 2021)
  • Occupy Comics
  • Primera traducción de "La venus del cenagal contra los anillos de pene nazis" (Rebel Studios, 2021)
  • Arthur Magazine
  • Primera traducción de "El Cadillac de Frankenstein" (Rebel Studios, 2022)
  • Portada de Dodgem Logic.nº 4

TRAVESÍA POR LA MENTE DE ALAN MOORE
RESEÑA DE CUADERNOS DE HUMO SAGRADO

 

Reseñar una nueva obra de Alan Moore es fácil por un lado y difícil por otro. Fácil porque, siendo quizá el más popular y respetado de los autores de cómic contemporáneos, uno puede ahorrarse el tiempo de presentar o contextualizar a alguien cuya trayectoria, a estas alturas, es de sobra conocida. Difícil porque en el modesto espacio de una reseña es difícil hacer justicia a las siempre inteligentes aportaciones del, para el que suscribe, cerebro mejor amueblado que el noveno arte haya producido nunca. Y también, todo hay que decirlo, porque es complicado decir algo de Moore que no se haya dicho ya. No es que yo aspire a lograrlo con la modesta reseña que estás leyendo, pero al menos espero que al terminar de leerla te entren ganas de visitar la web de la editorial Barrett y hacerte con este estupendo libro.

Cuadernos de humo sagrado recopila tres ensayos breves del Bardo de Northampton, con bastantes puntos en común entre sí. En los tres, Moore realiza un amplio recorrido histórico por un producto cultural (sucesivamente, los cómics, la ciencia ficción y la pornografía), siempre a partir de una interpretación muy personal, que concluye en una reflexión sobre el presente y posibles futuros del objeto de su análisis. Los tres se construyen a partir de un conflicto que atravesaría toda la trayectoria del producto en cuestión, casi al modo del viejo historicismo de raigambre hegeliana, y que podríamos resumir sin demasiado miedo a equivocarnos en una lucha entre la libertad de los autores, esforzados por innovar y llevar más allá los límites tanto de las posibilidades del medio como de los gustos del público, y las conservadoras estructuras sociales, dedicadas a castrar, reorientar o aprovecharse de los auténticos creadores. Igualmente, en los tres Moore despliega su inmenso talento narrativo, con una prosa elegante, fluida y cargada de esa ironía que constituye una de las marcas de la casa (como bien destaca Felix Frog, traductor del libro, en el prólogo) pero que, a mi entender, no siempre logra plasmar en sus obras literarias. Por último, en los tres Moore hace gala de una asombrosa erudición… y de un decepcionante etnocentrismo, habitual en los anglosajones, pero que sorprende para mal en un autor de su inteligencia y apertura de miras.

El primero de los tres ensayos, “Buster Brown en las barricadas” (referencia a uno de los personajes pioneros de las strips norteamericanas), recorre, como ya se ha dicho, la historia de los cómics desde la lente personal de Moore, y fundamentalmente desde el contraste entre los autores y una industria, metafórica y literalmente asimilada al crimen organizado, que se habría construido sobre la explotación del talento y el robo de las creaciones de aquellos. Como respuesta, los autores tendrían el underground como auténtico refugio y bastión de la creatividad y la innovación. La lectura es fascinante, y Moore demuestra una gran finura y un conocimiento enciclopédico de la historia del cómic, triangulando constantemente entre el contexto político, económico y tecnológico, el ambiente cultural y el estado de la industria, para trazar un convincente retrato de la evolución del noveno arte, al menos en EE UU y Reino Unido. Porque, en efecto, para Moore no parecen existir las demás tradiciones historietísticas del planeta, por poderosas e importantes que hayan sido para el progreso del cómic. Italia sólo aparece por los cartoni del siglo XVII como antecedente lejano del cómic. Quizá hubiera sido mucho pedir que Argentina o España apareciesen citadas en algún momento, pero que no se mencione ni una vez la tradición franco-belga o el manga japonés resulta sangrante. ¿Es posible hablar del cómic anglosajón en los años setenta sin hablar de Moebius y la revista Heavy Metal?  ¿No ha resultado una influencia trascendental Hugo Pratt para muchos autores, y me aventuro a decir que con el propio Moore entre ellos? Ni qué decir tiene, el impacto del manga en el cómic contemporáneo, incluidos el británico y el estadounidense, es tan conocido y evidente que no se me ocurre ninguna razón plausible para que Moore no lo mencione en ningún momento. Sin ir más lejos, la influencia de la narrativa nipona en Frank Miller o Warren Ellis, dos autores que Moore cita favorablemente, no solo es indiscutible, sino que ha sido reconocida por ambos creadores.

No son las únicas omisiones sorprendentes en el ensayo. Me ha extrañado muchísimo que no se hable de la editorial Warren ni una sola vez, siendo como fue la auténtica heredera de los cómics de EC, que en cambio ocupan un lugar central en el relato de Moore. Tampoco se menciona a Dark Horse, pese al importante papel que ha jugado esta pequeña editorial independiente desde los años ochenta como alternativa para los autores que huían de la depredación de las grandes compañías. El haber publicado hitos como Concrete, de Paul Chadwick; Sin City, de Frank Miller, o la saga Hellboy, de Mike Mignola, sin robárselos a sus autores, no parece ser mérito suficiente para aparecer en el texto. También es verdad que Moore no es precisamente el único que regatea el reconocimiento que, a mi juicio, la editorial de Milwaukee merece. Otros nombres olvidados por Moore son los de Howard Chaykin, Bill Sienkiewicz y, para sorpresa de nadie, Grant Morrison, todos ellos trascendentales en el ensanchamiento de los límites del cómic desde los ochenta en adelante. Otro tanto podría decirse de Dave Sim, Jeff Smith o Terry Moore, autores que han logrado hacerse un hueco en la historia del medio desde la independencia de las grandes editoras. Por último, creo que Moore no es del todo justo con los cómics de Marvel y DC en los años setenta. Aunque realiza un reconocimiento algo tardío a Steve Englehart o Steve Gerber, pienso que otros como Neal Adams (siendo como fue además un gran defensor de los derechos de los autores), Jim Starlin, Dennis O’Neill, Chris Claremont y hasta Roy Thomas también tuvieron un papel destacado en la maduración del cómic estadounidense, incluido el progresivo vaciamiento del denostado Comics Code.

Pero basta de críticas. A pesar de todos sus defectos, el ensayo de Moore es deslumbrante, y su lectura más que satisfactoria. El final, defendiendo las posibilidades del cómic para transformar el mundo y animando a los jóvenes a “ocupar” el medio (en referencia al movimiento Occupy Wall Street), es sencillamente emocionante. Y su conclusión es básicamente acertada: la consagración del cómic dentro de la cultura legítima contrasta hoy con la crisis de las grandes editoriales, cada vez más condenadas, como también anticipaba Moore, a ejercer como simples proveedoras de merchadising o ideas para franquicias audiovisuales a sus matrices empresariales. Parecería, pues, que los autores han terminado venciendo a la industria, si bien el hecho de que el cómic se convierta en un producto de nicho no termina de resultarme del todo halagüeño para su futuro… Por último, me gustaría saber qué pensaría hoy Moore de la evolución de la industria en los diez años que han pasado desde la redacción del ensayo, ahora que los grandes autores se interesan cada vez menos por trabajar para las grandes editoriales, prefiriendo guardarse sus mejores ideas para cómics cuya propiedad intelectual puedan conservar… a fin de poder vender sus derechos para su adaptación a la pequeña o la gran pantalla.

El segundo ensayo, “El Cadillac de Frankenstein”, es una pequeña historia de la ciencia ficción… Aunque de nuevo se limite a Reino Unido y Estados Unidos, fuera de los cuales solo hace la inevitable referencia a Verne y una breve mención a Stanislaw Lem, al que, para colmo, cambia de nacionalidad haciéndole pasar por ruso y no polaco… Si uno pasa por encima de este no tan pequeño detalle, el texto vuelve a ser una delicia, y su tesis central bastante acertada, creo yo. Igual que hacía con los cómics en el anterior ensayo, Moore va saltando del contexto social al literario (y en menor medida, cinematográfico e historietístico) tratando de buscar las claves que explicarían la trayectoria del género. Hasta su presente, en el que la ciencia ficción parece haber triunfado definitivamente, habida cuenta de cómo permea multitud de productos culturales de éxito masivo. A cambio, parece haber perdido el empuje subversivo y contracultural que habría exhibido en sus mejores momentos, que para Moore, y en realidad para casi todos los aficionados, estuvieron entre la segunda posguerra mundial y los años setenta, cuando se encadenaron la comúnmente llamada “edad de oro” de la sci-fi (aunque el de Northampton se resista a utilizar el término, de hecho sorprende poderosamente que no mencione más que de pasada a Asimov, el más famoso de los escritores del género) y la “nueva ola” de los jóvenes rebeldes de los sesenta.

El último de los tres ensayos, “La Venus del cenagal contra los anillos de pene nazis” es un repaso a la historia de la pornografía, que Moore provocativamente rechaza distinguir del erotismo. Pero sí diferencia “buena” y “mala” pornografía, que viene a ser más o menos lo mismo. Para mi gusto, es el menos bueno de los tres ensayos, el único con momentos un tanto tediosos e, indudablemente, en el que Moore hace afirmaciones de trazo más grueso. A veces lo hace de una forma deliberada, como cuando afirma que una cultura sexualmente liberada, como la de la Grecia clásica, produjo la filosofía y las matemáticas, y otra reprimida, como la cristiana, la Edad Media. A Moore le habría venido bien leer a Michel Foucault para no tener una visión tan estereotipada de la sexualidad medieval. Lo mismo cabe decir del supuesto aumento de los delitos sexuales en el mundo en los últimos años, que en muchos casos podría deberse más al aumento de las denuncias, y por consiguiente de la conciencia del problema, que de los delitos en sí.

Con todo, me quedo una vez más con la inteligencia con la que Moore interviene en el debate sobre la prohibición de la pornografía en el seno del movimiento feminista, que por cierto ha reflotado en los últimos años con una fuerza similar a la de los años ochenta. Y, sobre todo, con la reflexión con la que concluye el ensayo. Las luchas por la liberación de la sexualidad, tan trascendentes durante todo el siglo XX, parecen hoy haber llegado a una paradójica victoria. La represión sexual parece haber pasado a la historia, con una pornografía explícita inundando la red y casi omnipresente en la vida privada, por un lado, y un erotismo softcore que impregna casi toda la cultura pop: la música, la moda, la publicidad, el cine y la televisión, etc. Y, sin embargo, cuán lejanas nos parecen hoy las promesas de liberación de cuerpos y subjetividades de los movimientos intelectuales y sociales que pelearon contra los diques de la vieja moral sexual. La respuesta de Moore vuelve a ser la misma: la necesidad de una pornografía renovada, artística y de buen gusto, que contribuya a la educación sexual y ayude a conectar nuestros propios deseos con los de otros.

Como puede observarse, la conclusión de los tres ensayos es la misma, o al menos muy similar: un producto cultural antaño despreciado, minoritario o reprimido pasa a ocupar un lugar central, o al menos de respeto, en la cultura contemporánea. Pero lo hace a un amargo precio, el perder precisamente aquello que lo hacía peligroso y transformador, un peligro para el orden establecido. Uno se pregunta si tanta coincidencia no tendrá su razón de ser, y si no será el destino de toda revolución renunciar a su filo crítico y sedicioso una vez se hace masiva. Un pensamiento que, estoy seguro, un viejo guerrero contracultural como Alan Moore jamás aceptaría. Y nosotros que lo veamos.

Hay que felicitar a la editorial sevillana Barrett, uno de esos muchos pequeños sellos que tanto animan el panorama cultural español, por la edición de esta maravillosa obra en formato libro, ya que había sido publicada previamente en formato fanzine bajo el sello Rebel Studios por Félix Frog, traductor tanto en aquella ocasión como en esta y autor del prólogo. Una traducción estupenda, cabe añadir. El único tirón de orejas reseñable es que no se haya incluido referencia alguna a la fuente en la que aparecieron originalmente los tres ensayos, pero por lo demás apenas he encontrado un par de erratas menores. Publicada en tapa blanda, a un precio muy ajustado, con una llamativa contraportada repleta de buen humor y una curiosa impresión en azul. Una pequeña joya que apetece tener, como espero comprobéis por vosotros mismos.

Creación de la ficha (2023): Félix López
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Jose Antonio Cerrillo Vidal (2023): "Travesía por la Mente de Alan Moore: Reseña de 'Cuadernos de Humo Sagrado'", en Tebeosfera, tercera época, 24 (22-XI-2023). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 27/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/travesia_por_la_mente_de_alan_moore_resena_de_cuadernos_de_humo_sagrado.html